REMOLINO
MUCHOS
SON LOS MOMENTOS EN LOS CUALES SENTIMOS ESTA SENSACION; NO NOS DEJEMOS INVADIR POR ESTE SENTIMIENTO.
REMOLINO
Me
desperecé, la habitación se encontraba envuelta en ese claro obscuro propio del
amanecer en el cual no se ha disuelto totalmente la obscuridad y los rayos del
sol no han penetrado la penumbra. Yo estaba en mi hamaca en la sala de una casa
ubicada en Araguita zona vecina a Tucacas, me sente y mi perro que me oyó se
desperezó, para ello encorvó todo el cuerpo a la vez que estiraba las 4 patas hasta
que se tocaron luego abrió la boca en un largo bostezo mientras enrrollaba la
lengua y permanecia con los ojos cerrados hasta que hubo cerrado la boca; hecho
esto se incorporo y puso sus 2 patas delanteras sobre mis piernas como dándome
los buenos días. Mientras me calzaba y decía mis oraciones acariciaba su
cabeza.
Cuando
hube terminado me dirigí al baño donde me lavé y me afeite. Me dirigí hacia la
puerta principal, con mucho cuidado, para no despertar a nadie y la abrí cerrándola
tras de mí una vez que hubo salido mi perro, Loco, un enorme pastor alemán.
Afuera
todavía revoloteaban uno que otro murciélago entre las matas de almendrón y los
cangrejos huían al vernos. Contra el azul del cielo podía ver cantidades de
aves marinas que, en formación, se dirigían a los placeres de pezca; así pude
ver, muy bien alineadas, bandadas de alcatraces, garzas, tijeretas, gaviotas,
etc.
Me
dirigi a la parte posterior de la casa en donde tomaría el sendero que me
conduciría a la playa, luego de sortear algunos juguetes de mis hijos y
sobrinos (en esa época no había riesgo de robos y no existía ningún edificio –
mediados de los 70), seguí a mi perro por el sendero el cual corría detrás de
los cangrejos, luego de caminar unos cien metros llegué a la playa en donde se
me abrío un amplío horizonte que me impedían ver las matas de ajmendrones,
cocoteros y trinitarias.
En la
playa llené mis pulmones con aire marino miré a mi izquierda y ví a lo lejos y
entre brumas al pueblo de Tucacas, volteé hacia mi derecha, oeste y pude ver
una playa que se perdía en la lejanía sólo interrumpida por la bruma marina,
producida por la constante brisa que soplaba todo el día. Hacia allí dirigí mis
pasos precedido por mi perro.
Esto
le encantaba a mi padre, quien me lo inculcó y despues de largos paseos en los
que solíamos conversar y al final de los cuales nos dábamos un delicioso baño;
muchos pensaraá que el agua a esta hora debía estar helada pero no es así, a
esa hora el agua esta tibia y lo que esta fría es la brisa la que nos obliga a
mantenernos sumergidos. Con estos pensamientos caminaba sobre la arena de la
playa mientras mi perro se distraía correteando a los cangrejitos y alguna que
otra gaviota.
Mientras
camlnaba veía como se retiraba el mar de la playa y dejaba ver cientos, quizas
miles de huequitos formados por los chipichipis que se enterraban; Si uno se
adentraba en el mar al pasar la zona de chipichipis se encontraban los guacucos
en tal profusión que uno los sentía con los pies. Si continuábamos
adentrándonos encontraríamos una vasta zona de estrellas de mar muy distintas,
en aspecto, a las que estamos acostumbrados a ver. Estas son chatas con una
concha entre gris y verde obscuro, con 3 huequitos hacia el centro que no se
cual será su objeto; por la parte de abajo estan consformadas por líneas
alternativas de color blanco y vino tinto cubiertas de unos pelitos duros y
blancos, las líneas van de afuera hacia el centro. Si manteníamos las estrellas
con los la parte de los pelitos sobre la mano esta se manchaba de amarillo que
no era otra cosa que yodo.
No me
dí cueta que había llegado a la desembocadura de un caño en donde bebía agua mi
perro; en esta zona se agrandaba la playa y alcanzaba unos cien metros, volví
la mirada y pude notar que ya no se
veía el pueblo de Tucacas. Decidí
continuar y para ello vadeé el caño con el agua a la altura de la cintura
mientras mi perro lo hacía a nado. Hay que hacer constar que el caño llevaba
mucho agua porque era invierno y en verano se secaba dejando a lavista un
inmenso arenal.
Andaría
unos 10 minutos más hasta encontrarme con un inmenso tronco de manglar seco, el
cual debió ser arrastrado por una enorme tempestad; me quité la franela la coloqué junto con mi
paño en lo que, otrora, fueran las raices del árbol, hecho esto me descalce y
me senté a descansar sobre el tronco, vi el reloj y marcaba las seis y cuarto, continué
sentado pensando de donde vendría este tronco. Mi perro se había echado a mis
pies y yo lo acariciaba cariñosamente.
Descansado,
me incorporé y le dije a mi perro, reforzando mis palabras con señas que
cuidara mis cosas mientras me bañaba. Caminé hacia el mar y en muy poco tiempo
me encontraba en la zona en la cual reventaban las olas, unas las pasaba por
arriba y otras por debajo. Pasando esta zona, lentamente, fuí perdiendo apoyo y
quede flotando, cosa esta que me permitió reorganizar mis pensamientos y
enfocarme en la busqueda de algo que me permitiera vengarme de una persona.
Flotaba
libremente cuando el mar a mi alrededor comenzó a encresparse mientras yo continuaba
con mis pensamientos. Fije la vista a mi derecha y pude ver con horror como un
remolino se estaba formando a unos escasos 80 metros de donde me
encontraba; traté de alcanzar la orilla nadando con todas mis fuerzas pero me
fue imposible avanzar, entonces me dí vuelta y comencé a nadar hacia el
remolino pero tratando de apartarme al mismo tiempo sin lograrlo.
Seguía
pensando en la venganza mientras era arrastrado hacia el vórtice del remolino
del cual se elevaban inmensas columnas de vapor de agua y el ruído que producía
el agua al precipitarse por el vórtice era aterrador, a lo lejos oía los
ladridos de mi perro al cual no vería más. Me encontraba a unos escasos 20 metros del borde y ya
podía ver precipitarse las aguas. Adonde volteara era un hervidero de espuma.
Mi muerte era inminente me separaban de ella unos 20 metros y yo seguía
pensando en la venganza, como si yo pudiese vengarme desde el más allá. Dándome
cuenta de ello no pensé más en la venganza sino en mis seres queridos: mi
esposa, mis hijos y para sorpresa mía cada vez que pensaba en alguna de estas personas
se reducía el tamaño del remolino; seguí pensando en mis padres, hermanas,
sobrinos y cuñados. Del remolino sólo qudaría espuma y en mis oidos retumbaban
las palabras del Padre Nuestro ´´…… como tabíem, nosotros, perdonamos a los que
nos ofenden…..´´ regrese a la orilla sin volver a pensar en venganza, mi perro
se había metido al agua y cuando estuvo a mi lado puso sus patas delanteras
sobre mu pecho como queriendo abrazarme, fuí hasta el tronco para descansar,
así lo hice y en eso estaba cuando Loco se incorporó y emitió un profundo y
amenazador gruñido, volví la vista y pude ver las siluetas de 3 hombres que se
acercaban; no me costó mucho reconocer de quienes se trataba, ellos no eran
otros que mí padre y mis cuñados. Cuando estuvieron cerca nos saludamos y
decidimos regresar, eran las 7 y 10 y el sol, el cual nos daba en nuestras
espaldas y la de Loco dibujaba en la arena alargadas figuras.
Rosalio
Julio Castillo Brandt (Roly), 20 de Julio de 2012.
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