"ANTES DE QUE LEAS LO QUE ESCRIBI DEBES SABER: YO CASI NO PUEDO ESCRIBIR, SOY CUADRAPLEGICO; MUDO; TENGO PROBLEMAS RESPIRATORIOS Y SUFRO DE ESTRAVISMO [LO QUE ME IMPIDE LEER] Y OTROS MALES; SIN EMBARGO AHI VAMOS. QUIERO PEDIRTE EXCUSAS SI SE ME VA UN ERROR DE ORTOGRAFÍA, SINTAXIS O ALGUN OTRO. TAMBIEN LES TENGO QUE DECIR QUE ME LLEVO 60 DIAS ESCRIBIR MI TEXTO INSPIRACIÓN, Y ESTO ME HACE MUY FELIZ PODERLE DECIR A TODOS LOS CUDRAPLEGICOS QUE NO SE RINDAN; QUE DEN TODO DE SI. ME GUSTARIA QUE ALGUN AMIGO MÍO, SALESIANO O JESUITA, QUE TUVIESE RELACIÓN CON LAS REVISTAS SIC O BOLETIN SALESIANO HICIESE PUBLICAR ESTE ESCRITO, NO PORQUE PIENSE QUE ESTA SEA UNA PIEZA LITERARIA RELEVANTE, SINO PARA QUE SIRVA A LOS DISCAPADOS DE ALIENTO PARA SEGUIR LUCHANDO Y DECIRLE AL MUNDO QUE TENEMOS ANIMO DE VIVIR. NADIE VALORA MAS SU LIBERTAD QUE AQUELLOS QUE LA HAN PERDIDO INJUSTAMENTE". Roly, lunes, 29 de marzo de 2010.

TEXTO ROSALIO CASTILLO


Pensamiento aporte por Rosalio Castillo

Pensamiento aporte por Rosalio Castillo
Pensamiento por Rosalio Castillo

LIBRO VIRTUAL DOBLE INSPIRACIÓN: HOMENAJE A ROSALIO CASTILLO

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sábado, 22 de diciembre de 2012

Il Divo Aleluya-MARAVILLOSO. CON MI CARIÑO, DUENDE-FELICIDADES

DOS---Y LO MEJOR DE ANDRE RIEU (The best of Andre Rieu)




SIENTO EN EL PECHO LA OPRESIÓN
 DE TODOS ÉSOS  QUE HAN SIDO
Y QUE SERÁN POETAS: AUTÉNTICO OPIO,
 PROFETAS E INCANSABLES
 UTÓPICOS DE PAZ Y ESPERANZA.

 LA LUZ DE LAS TINIEBLAS NOS ALCANZA
 PERO EL RAYO DE SOL, INESPERADO
APARECE DE PRONTO EN LA MAÑANA.

EN NUESTRA "INCIVILIZACIÓN"
CREEMOS EVOLUCIONES
 CON CONVULSIONES AMARGAS
DE CIPRESES QUE SE ALZAN 
CLAMANDO AL CIELO LO ETERNO. 
NI EL CAMPO HUELE A CAMPO.
 NI LA MONTAÑA, A MONTAÑA.
 LA CIUDAD ES UN ESPANTO:
SOLEDAD ENTRE LAS MASAS,
INDIGENCIA Y OPRESIÓN.
(MANO ALZADA PARA NADA
 SEA ABIERTA O EN UN PUÑO).

 TODO UN CORO DE FANTASMAS 
 QUE SACUDE LOS CIMIENTOS.
SE SONRÍE Y HASTA SE CANTA 
POR NUBLAR EL PENSAMIENTO.

DESCONFIANZA Y ALBOROTO. 
 OJOS TRISTES. Y MIRADAS
 TAN VACÍAS Y PERDIDAS
QUE YA NO REFLEJAN NADA.
SOMOS CENIZAS QUE CANTAN 
CON ECOS DE LEJANÍAS,
  ANGUSTIAS QUE NOS ATRAPAN.

ASPIRAMOS HONDO (UN SEGUNDO)
OJOS CERRADOS, HACKERS Y FÚTBOL.
NOTICIAS DEL MUNDO EVITAMOS
POR SIMPLE SUPERVIVENCIA
PARA ELUDIR LA CREENCIA
DE LA ESTAFA Y EL ENGAÑO.

MATAMOS HORAS, LOS DÍAS.
NI AMANECERES NI OCASOS. 

VIVIENDO, (SI ÉSTO ES VIVIR),
E  INCRÉDULOS SI RESPIRAMOS.

 EN SEPULCROS OLVIDADOS
SEGUIMOS PINTANDO ILUSIONES
A NUESTROS HIJOS VALIENTES
TEMIENDO QUE NOS LOS MATEN
 DE MANERAS DIFERENTES. 
INOCENCIAS QUE ENDULZAMOS 
OCULTANDO LA IMPOTENCIA
Y EL DOLOR CON FANTASÍAS 
INCULCANDO LA DECENCIA:
INDECENTE HIPOCRESÍA. 

NO DUELE NINGÚN CAUTIVO:
ES MUY COMÚN Y CORRIENTE.
 QUEDA PRESO EN EL OLVIDO. 

NO LUCE NADA EN MI VENTANA:
CIERRO EL ESTOR PORQUE MOLESTA
LA LUZ BRILLANTE EN LA PANTALLA.
NI SIQUIERA EL RINCÓN QUE RESERVABA 
ME ESPERA. POLVORIENTO. ABANDONADO.
APURANDO LAS TECLAS CON LA ALARMA 
DE LA ROPA LAVADA QUE HA SECADO.

VENDRÁ, QUIZÁ, ALGUNA  GOLONDRINA.
JAMÁS SERÁ LA MISMA QUE SE FUE.
NO CANTAN CANARIOS NI  JILGUEROS..
 AÚLLAN LOS PERROS ENCERRADOS
CONVERTIDOS EN MASCOTAS CONFIDENTES,
 ANIMALES LEALES E INCONSCIENTES,
LOS ÚNICOS SERES QUE ACOMPAÑAN 
LA  FEA SOLEDAD Y AL INCONSCIENTE.

"MAÑANA"... ¿QUÉ MAÑANA?
NEGRAS NUBES ACECHAN IMPLACABLES.
¿QUIEN CREE QUE AUN NOS ENGAÑA?
 SON FATUOS ESCLAVISTAS. LA  AVARICIA
DOMINA Y GOBIERNA ESPECULANDO 
EFECTOS "LATERALES" SIN EL "CO":
 CRUEL Y PSICÓPATA OSADÍA
DE QUIENES CREEN TODAVÍA
EN LA IGNORANCIA BURDA DE LA GENTE.

LA CONCIENCIA ES INCONSCIENCIA.
Y ES PATENTE SU ESTRATEGIA DILIGENTE 
AUNQUE INTENTEN EL SOBORNO Y LA AMENAZA,
 EL CHANTAJE Y EL ENGAÑO  PREVALECEN.

 AUN BAÑADOS, REBOSANTES DE ESTULTICIA,
VANAGLORIA CON SOBERBIA QUE LES CIEGA
Y NOS AHOGA,  LES IMPORTA UN PIMIENTO.
---“¡¡ AL CARAJO Y "QUE SE JODAN"!!”
DESPIDIENDO A SUS COLEGAS CON UN "CIAO"
EN SU ESNOBISMO “FRIKI”, CRUEL,  DESPIADADO
(GRITAN ESOS Y ESAS QUE GOBIERNAN CON PLAY-BOYS 
Y CRUCIGRAMAS EN POMPOSOS PARLAMENTOS,
"INDIGNADOS", CON APLAUSOS Y ARGUMENTOS
MIENTRAS HACEN SUS NEGOCIOS MILLONARIOS).
OTROS DUERMEN...MENOS DAÑO
PARA EL PUEBLO AGONIZANTE.

QUE NI EL OLMO YA PODRIDO REVERDECE.
NO HAY OLMO SIQUIERA EN ÉSTE ERIAL.

CAMINANTE...YA HAY CAMINO.
Y AL MIRAR LA VISTA ATRÁS 
SE PUEDE VER EL ASFALTO, 
DURA BREA, PIEDRA FUERTE
AMALGAMADA EN PRADERAS
AHOGANDO LA VERDE YERBA
QUE ANTES  LABRABA LA GENTE
SIN ENVENENAR LA TIERRA.

EL MUNDO ES AUN MAS MARRÓN. 
NO SE VE EL “AZUL” QUE ERA.
LAGOS SECOS. POLUCIÓN. SELVAS
QUE QUEDAN DESIERTAS, TALADAS.

 CUANDO DUERMO ME EROSIONA
LA ILUSIÓN. YA NO SUEÑO.
ME DERRUMBO ANTE UN TECLADO 
LEYENDO AMORES ETERNOS
 O AMORES FRÍOS, TRUNCADOS. 
“EVASIÓN”.

EUROPA MUERE DE FRÍO.
 AMÉRICA,  "BALACERAS".
 ORIENTE MEDIO,  TERROR.
 ASIA, HAMBRE Y MISERIA,
OCEANÍA, UN CEMENTERIO. 
ÁFRICA ES DESOLACIÓN.
LOS POLOS, YA NO SON POLOS
NI EL ECUADOR ES LA MEDIA. 

SI SOÑAMOS,  ESTRANGULA
LA ANSIEDAD QUE NOS DEGÜELLA.
¿DORMIR? , RESULTA AGOTADOR.
SALVO QUE SEA INCONCIENTES
CON LA MENTE ANESTESIADA.

ME EMBORRACHARÉ DE LETRAS
SOLTANDO MIS BRAVURAS ENCENDIDAS.
SACIARÉ MI HAMBRE Y MI SED
CON ILUSIONES MUERTAS, CREMADAS
EN TANATORIOS DE BURLA Y VACÍO.

QUE LA HIEL NO NOS DE ÁCIDO,
 NI EL LLANTO CRUEL ENSORDEZCA
NI CIEGUE LOS SENTIMIENTOS.

SIGAMOS, PUES, ESCRIBIENDO
AUNQUE NOS PAREZCA INÚTIL.
SÍ, YA SE…
ABUNDA LA HELADA SORDERA.
LOS OJOS QUE YA NO MIRAN.
 LOS CORAZONES QUE HIELAN.
LA AVARICIA QUE CONSUME.
 LA MENTIRA Y LA ESTRATEGIA.

LA ESPERANZA QUE NOS HUNDE
POR NO REBELARNOS SIQUIERA.


MIENTRAS TANTO, EL MUNDO GIRA…
 Y GIRARÁ NUESTRA SENDA
HASTA EL PUNTO DE PARTIDA.

NADA NUEVO AYER, HOY, ¿MAÑANA?.

*************
NIEVES MERINO GUERRA
 GRAN CANARIA- ESPAÑA
 15-12-2012
**************************************

COMO SIRENA, PEGASUS, HADA…

Como sirena  con embrujo silencioso bebo tus lágrimas ahondando el océano que me rodea. Que mi canto dulce y esperanzado llegue hasta tu corazón y absorba  como esponja seca todos tus pesares. La melancolía la compartiremos. Las penas también, si así lo deseas. Las cargas pesan menos y las alegrías serán más intensas. Luz de luna. Amanecer. Ocaso y medio día---todo es luz brillante---. Es vida. Asómate a la orilla y escucharás mi voz. Mi alma, sintiendo mi cariño sin distancias, ni tiempo ni espacio. La amistad es auténtica. Sagrada. Eterna.  Vuelo como Pegasus. 
Tienes el don de la música y las letras, haces magia. Y me atrapas tú, como "sirena" en tus melodías, ésa voz que embelesa, SÍ. La tristeza ahoga a veces. Se mucho de ello. Como también se que si no te sientes solo-a, es menos dura y llevadera. También estoy aquí  pero no hay nadie que repare en mi presencia. Me aíslo. Y solitaria, dejo que sigan muriendo los segundos. Lágrimas y agonía en la tristeza, amargura, que pasan desapercibidas salvo en quien no debiera... Mi regalo del cielo y de la vida, a quien tanto afecta. Solos los dos. En ésta supervivencia agónica que conscientemente intentamos disimular, aunque el nerviosismo acorralado y contenido, el temor, la desolación, no pueden esconderse fácilmente. Nuestro rostro, voz, gestos, miradas…son el fiel reflejo. Los sueños son pesadillas que nos trastornan, sin saber si es peor o mejor dormir o despertar a ésta realidad que traumatiza. Él, tragando sus penas por no entristecerme (“no preocuparme”, dice), algo que me preocupa más aun y yo, ya ves...sin salida, aunque no me rinda. Pero su dolor aumenta mi angustia y desasosiego continuo al verle y sentirle así, con su niñez truncada temiendo el abismo. Mas los otros problemas que tanto nos afectan, limitan, preocupan, disgustan y esclavizan, llegando al extremo de temer por nuestra salud y nuestras vidas.
Parece complicarse la vida de pronto en todos los frentes. Como un ataque masivo en un callejón sin salida. Un pozo profundo, oscuro, donde apenas llega la luz. Mi pequeño tiene la mirada triste  Nos damos las manos en silencio. A veces, ni siquiera eso. Me sigue con sus pequeños pasos y le apuro. Deseamos estar juntos. Es como único nos sentimos bien. Solo eso: juntos, a veces –la mayoría- sin hablar, sintiéndonos cerca. Aunque no nos dejan tiempo ni cuando supuestamente deberíamos tenerlo. Sin descanso. Agobiados. Extenuados. Exhaustos. Padeciendo lo inimaginable. Sin vida propia… yo mucho menos. Procurando que él si tenga algún espacio y tiempo para jugar y estar con otros niños. La mayoría de las veces no puedo acompañarle. Hasta hace pocos meses, siempre íbamos juntos y disfrutaba con él esos momentos, escuchando sus risas y juegos, sentada sola en un banco... Además de cuidarlo. No recuerdo si alguna vez yo la tuve, creo que no.
No dejes, cariño, que la melancolía se te instale en el alma como se ha adueñado de la mía. Es asesina. Mata. Es cruel. Dura. Fría...agónica e inhumana. Canta, toca, escribe, pasea. Habla con gente. Siéntate en una terraza a tomar un café o cualquier cosa. En un parque, donde sea…Parece una tontería al alcance de cualquiera. Para mí es un lujo que no puedo permitirme. Sonríe, y si no te apetece, hazlo con una mueca al mundo. Es gratis y contagiosa. Da mucho...da todo y todo tendrás multiplicado. Especialmente lo mejor de ti. Tu alma buena. 
Existen muchas sirenas que seguirán la armonía de tus notas, danzando junto a las olas o  en el fondo del mar con tus acordes. Y como yo, tragando lágrimas de hiel, sangre y ácido con las tuyas, con las de todos. 
 Siente mi corazón junto al tuyo. No lo dudes. ¡Siénteme! Estoy ahí. Puedes hablar conmigo, sabiendo que se perfectamente sentir contigo sin palabras. Todo irá bien. Cuidemos la esperanza que nos queda, aunque a veces no creamos en ella, alzando la vista a pesar de que  nuestra cabeza, indefectiblemente, mira al suelo, sea andando o sentados, pensando, o deseando poder no pensar en nada. Cuello y espalda encorvados. Andar cansino, agotada, débil, sola, asustada. Como si cada paso fuese una tortura caminando sobre clavos o brasas ardientes  intentando llegar a tiempo  hasta donde debemos ir sin remedio. Lo mínimo. Con latidos en la garganta que agarrota un jadeo silencioso. Una oración. Una plegaria. Una llamada suplicante al único Ése que a fin de cuentas, es quien está siempre con y en nosotros.
También agradeciendo lo bueno que nos brinda la vida en ésas pequeñas dosis de brisa o de calor, según sea el tiempo, o un trozo de pan. Agua. El que encienda al menos una bombilla. Un alto en el camino -pocas veces- y pedir un cigarrillo a la barrendera de la plaza donde paladeamos sonrientes la hierba amarga que consuela el hambre y la fatiga, el frío y la soledad disimulando el no tenerlo con algún despiste o pérdida…ocultando la vergüenza de la mendicidad con la dignidad a salvo, sin orgullo, con sencillez: a éstas alturas, no hay nada que no tenga valor. El más auténtico y cercano: alguien. Cualquiera que nos "vea" aunque solo sea de manera superficial unos minutos. No como fantasmas u objetos rotos.
 Ya nos da igual si nos ve algún vecino mirando, buscando en la basura por si alguien ha tirado algo aprovechable y útil. Necesario. Igual aparece alguna monedita de céntimos perdida -hasta ahora sin suerte-, un pequeño juguete. Alguna ropa, saborear con deleite ése bocado escaso de comida, masticando y paladeando despacito, o una cucharada de cualquier alimento conseguido por casualidad al pasar por un supermercado y ver alguna muestra de prueba. Da igual lo que sea y casi lo hago con culpa, si tomo más de uno, disimulando la hambruna y la miseria. Un trocito…o un sorbo de agua fresca, vino…Conseguir algo cuando parece imposible para darle a él su merienda y cena como por milagro en el último momento, aunque nada pide, tan pequeño.
Soy su hada mágica. (Hasta que llegue la adolescencia, me temo, y me transforme de repente en el enemigo número uno, como le ocurre a la mayoría...aunque quizá tenga suerte. Nunca se sabe)
En su inocencia, se deleita todavía en ésa fantasía, a pesar de la precoz madurez de sus reflexiones y argumentos. Duele. Tiene a su mamá y va aprendiendo a aceptarlo sin querer escuchar ni saber el por qué de su familia rota y el comportamiento brutal de su "oficial" padre ausente que no ha ejercido ni ejerce, en sus vacías promesas sin cumplir. En su deseo,( antes también mío y equivocadamente inculcado ) cada vez menos convencido, de que algún día cambie y no nos martirice, atormente y traumatice aun de lejos. Y pánico cuando aparece.
Nos tenemos. Hoy le expliqué de nuevo que, aunque solos los dos, somos una familia diferente. El amor no se apaga. Sigue lacerando fuerte aunque haga daño sabiendo perdonar entre llantos.
Son éstas las gotitas de bondad, inocencia, alegría y felicidad, gratitud, las chispas de esperanza en lo divino  y lo humano que necesitamos  dándoles su auténtico valor , sentido y significado para llenar poco a poco nuestra copa de la vida hasta que rebose y poder beber de ella algún día sin medida, satisfechos de nuestra felicidad y nuestro paso por ésta existencia tan difícil y cruel a veces, sin merecerlo,   con sonrisa y paz.
¿Cómo valorar la luz sin la ausencia de ella?  No existe la oscuridad. Solo es una nube pasajera. Un instante en el Todo. Una eternidad en la nada,  porque seguimos aquí y es milagroso.
Nos falta imaginar que no nos duele y que la existencia es mucho más que respirar atragantada con supervivencia límite y el aire a bocanadas. Carencias no solo físicas, materiales, sino de muchas cosas, sensaciones, sentimientos, personas, amor, cuidado. Importar a alguien de verdad. Ver, tocar, hablar sin ser utilizados, solo aceptados, queridos. Sin ser maltratados de ninguna manera. Nunca más.
El ánimo que no perezca aunque lo parezca y ocultar en lo posible ésta pobreza insospechada, éste pánico que hace brillar nuestra mirada y con un rictus parecemos felices, animosos y estupendos a quienes nos ven solo de reojo o nos leen… ¡ay, Señor!...
Sin ganas ni ánimo de hablar con nadie, más que algún escueto saludo cortés: “Hola, Adiós. Cómo  estás. ¡Felicidades! Hace frío. No pasa nada. Todo está bien”: “No hay queja”...
Me siento extraña, feliz y doliente a la vez enviando bendiciones alegres  y abrazos inmensos desde ultramar. Como un islote abandonado en medio de mi isla.
En realidad, es mejor así. Solo ven nuestra fotografía y no nuestro rostro en estos momentos. Ni la mirada agotada, triste. El cuerpo enfermo. Nuestra palidez, decaimiento, debilidad, temor, angustia, nerviosismo, dolor.  Ni sienten la opresión que atenaza el estómago, el pecho, con la cabeza martilleada y mareada, como un yunque de Vesubio en las  entrañas de la Tierra. Si alguien nota algo , lo sabe, vuelve la cabeza. O hace que no sabe. Todos tienen sus propias calamidades.
No desean “negatividad” :  la miseria y tristeza ajena asustan como si fuese contagiosa y ofendiese. Se les aparta como apestados o inferiores sin evolucionar en el salto dimensional, o con cualquier otra definición, cartel, humillación, desprecio...--hay muchas maneras sutiles para hacer sentirse a alguien inferior --- aunque estén imbuidos en él aun antes de que se conociese y estuviese de moda. No saben nada. No tienen ni idea. Ni les preocupa. Les da igual. Cada quien va a lo suyo. Las orejeras no les permiten ver más allá. La insolidaridad es palpable. Egoísmo.
Se "mastica" en el aire. 
Como sirena, Pegasus o hada seré lo que haga falta si ello alivia (Qué más quisiera).
No puedo conmigo. Pero las fuerzas salen en el momento oportuno, justo las necesarias antes de caer de nuevo. Y vuelta a levantarme sintiéndome quebrada en cuerpo y alma encarando lo que sea. O lo que pueda. Porque propósitos y voluntad me sobran. Quehaceres que se acumulan. Debilidad. "quebraderos de cabeza”. No dar abasto...sentir éste pánico que enferma, agota. Hasta quedar inconscientes sin darnos cuenta. Caemos, sencillamente.  Y al despertar, doloridas, desorientadas...volvemos como siempre. A trompicones acertamos con la cama o un sillón...y llega el desvelo absurdo, el despertar ansiosos con ése sufrimiento agudo en las entrañas, sin poder abrir los ojos. Pero lo conseguimos. Y seguimos. 
Sueña. Debe ser hermoso y sé que es necesario. Hace años también dormía y soñaba ilusionada.
Algún día recuperare mis sueños y los compartiré. O vendrán otros nuevos a reemplazarlos. No lo se. No tengo deseos de pensar en nada ahora. 
Amigo, amiga, ten siempre esto muy claro y confía. Si duele, es porque estamos vivos. Me conoces bien e intentaré no fallarte.
Sabes dónde encontrarme

NIEVES MERINO GUERRA.
GRAN CANARIA- ESPAÑA
18-12-2012

¡¡ FELICES FIESTAS !!----What a wonderful world - LOUIS ARMSTRONG.


¡¡ FELICES FIESTAS 2012-2013 !!

MIS AMADOS COMPIS, CON TODO MI SER, CON TODO  LO QUE SOY...
 MIS MEJORES DESEOS EN ÉSTAS FIESTAS Y SIEMPRE. CADA DÍA DE VUESTRAS VIDAS.
 QUIZÁ NO PUEDA TENER INTERNET UNOS DÍAS. PERO LES LLEVO CONMIGO EN EL ALMA Y EL CORAZÓN.
SOIS MI OTRA FAMILIA. ¡¡ Y CON LA QUE MAS "CONVIVO" !!. Y ME AGUANTAN. 

GRACIAS POR CADA FELICITACIÓN, CARIÑO, PALABRA AMABLE, COMENTARIO, APOYO, ÁNIMO...
GRACIAS POR TODO EL AMOR QUE EN LA DISTANCIA FÍSICA HE RECIBIDO DE TODOS-AS CADA DÍA. 

GRACIAS POR SER BUSCADORES Y HACEDORES DE PAZ Y ARMONÍA. JUSTICIA Y COMPROMISO. 
BELLEZA, ARTE, TALENTO, ENTREGA. GRAN TALANTE. BUENA CONVIVENCIA. BONDAD. CARICIA. 

GRACIAS POR MIL COSAS INNUMERABLES. IMAGEN, VÍDEO, NOTA. SONRISA. SUGERENCIA. CRÍTICA. 

GRACIAS POR ACEPTARME COMO SOY, Y POR TODO LO BUENO QUE REGALÁIS DÍA A DÍA.

GRACIAS , MILES DE GRACIAS. ETERNAMENTE GRACIAS Y TODAS LAS BENDICIONES DEL MUNDO.

LES QUIERO MUCHO.

( ¡¡ Y GRACIAS TAMBIEN A ABELARDO, - CHILE- PUEDO REGALARLES UNA IMAGEN ESPECIAL !!.. )

Y A TODOS-AS.
 MUCHO MAS DE LO QUE IMAGINAN. CADA UNA-O TAL COMO ES. GRACIAS POR TODO LO QUE APRENDO

FELICES FIESTAS.
 FELIZ NAVIDAD
 MEJOR AÑO NUEVO 2013.
 Y TODO MI AMOR Y ADMIRACIÓN

SALUD, AMOR, PAZ, PROSPERIDAD, ARMONÍA, ILUSIÓN, ESPERANZA, UNIDAD, SOLIDARIDAD...Y BONDAD. 
HONESTIDAD. SINCERIDAD. GENEROSIDAD. PERDÓN. RECONCILIACIÓN. HUMILDAD. ENTREGA    ,,,,

DESDE GRAN CANARIA - ESPAÑA 
NIEVI Y FAMILIA 

Nieves María Merino Guerra

GRAN CANARIA- ESPAÑA


viernes, 21 de diciembre de 2012

MACANAO, POR ROLY


MACANAO, POR ROLY ESTE ES MI REGALO DE NAVIDAD

Querida familia y amigos:

Quiero dedicarles este escrito a todos los lectores como un regalo de Navidad; se de antemano que mi familia lo disfrutará mucho (Marcano, Salazar, Mata, Vásquez, Subero y demás) esto lo escribí con mucho cariño y lo estoy haciendo desde febrero, hubo días y hasta semanas que no pude plasmar sino una palabra pero se dice que el que persevera vence [no se rindan discapacitados].
Muchos se preguntaran como hace un discapacitado para escribir, pues bien métanse en la página http://seguidoresrosaliocastillo.blogspot.com/ y busquen un libro virtual que se llama ‘’Doble Inspiración’’ allí explico cómo hago.
Disculpen si se me van palabras repetidas o si faltaren letras e incluso palabras y también si llegaren a detectar algún otro error ya que no puedo revisar lo que escribo.


FELIZ  NAVIDAD


MACANAO


Este es un pueblito, de pescadores, ubicado en la parte este de la isla Margarita, Venezuela, era un pueblo pequeño enclavado en una zona muy agreste que contrastaba, con el azul del mar, la tierra de los alrededores desprovista de todo tipo de gramíneas.
En la calle Principal del pueblo {la única asfaltada para la época – mediados de los 60} se encontraba la Plaza Bolívar, cobijada del inclemente sol por una enorme profusión de árboles sembrados por los lugareños, entre ellos destacaba un frondoso guayacán, el cual brindaba su sombra a grandes y chicos. De cada esquina partía una senda que llevaba al centro de la plaza, en cada esquina y a los lados de las sendas habían plantado 2 matas de dátiles traídas del Valle.
Enfrente de la plaza. Más precisamente en la esquina noreste – desde donde se podía ver el mar, en un terreno baldío y a la sombra de un flamboyán (tipo de acacia) en flor, una señora entrada en años, con una cara risueña, atendía un puesto de empanadas. Apenas nos vio llegar nos dijo dejando entre ver una sonrisa ´´Hijo’er diablo vas a querer empanadas de cazón´´, bono dijéramos que sí y le dijo a una muchacha que las ferra friendo, cuando íbamos por la cuarta empanada nos enteramos que la muchacha que la ayudaba era su nieta, que tenía 77 años, que atendía ese puesto hace 30, que hacía 2 turnos – uno de 6 a 10 de la mañana y otro de 4 a 8 de la noche, etc.,
El sitio estaba muy agradable soplaba una bisa fresca que venía del mar y mecía las ramas del flamboyán y unos niños usaban sus vainas como espadas. Estábamos sentados en unos taburetes admirando el paisaje y comiéndonos la quinta o última, por ahora, empanada cuando apareció Antonio mi amigo con el cual había quedado en encontrarnos (a las 7 y media) en la plaza; después de haberse comido 2 empanadas nos pidió  que lo siguiera en el carro y así llegamos cerca de la playa donde aparcamos los vehículos y nos encaminamos a un muellecito sobre el cual unas señoras vendían en unas cestas la pesca del día que había sido realizada por sus maridos; igualmente vendían toda clase de mariscos y conchas del mar.
Una vez realizada su compa tomamos los carros para dirigirnos a la casa que nos iba a prestar. La casa estaba ubicada a las afueras del pueblo, al pié de un cerro y en los terrenos donde estaban ubicadas las casas, sus propietarios, habían decenas de árboles y arbustos que a la vez que contrastaba con el ambiente que nos rodeaba proporcionaban sombra y frescor. Frente a la casa, atravesando una calle de tierra, había un pequeño y agreste vallecito donde pastaban, a la sombra de una mata de cují, unos pollinos. Para llegar al valle debía atravesarse un pequeño puente de madera colocado allí para salvar una cárcava que conducía al agua de lluvia hacia el mar. Del otro lado del puente había un polvoriento sendero que ascendía al cerro. Las casas estaban construidas sobre un altiplano 200 metros más arriba que el pueblo lo que permitía verlo y al mar que bañaba sus costas.
Atravesando la calle de tierra, en donde unos muchachos jugaban metras {canicas}. Se encontraban las casas.
La que Antonio nos prestaría se encontraba enclavada en un inmenso terreno con un área de unos 5.000 metros cuadrados, sembrado con una profusión de cocoteros, adosada a la casa había una hermosa parrillera rodeada con un piso de tablas de madera sobre el cual se encontraba una mesa baja, unos bancos y unas sillas, también de madera, muy cómodas y reclinables. Todo esto se encontraba a la sombra de 2 grandes y frondosas matas de guayacán, descendiendo 3 escalones se llegaba a una cancha para jugar bolas sembrada en su perímetro por unos arbustos con muchas flores amarillo claro y entre ellas revoloteaban reinitas y tucusitos.
La casa ocupaba el centro de la parcela era de madera rústica, pero muy b9ien acabada, fue construida separada del suelo para evitar que los cangrejos accedieran a ella. Debía subirse una amplia escalera de unos 5 peldaños para llegar a un porche que invitaba al descanso, en el había, en un rincón, 3 hamacas de colores muy alegres, unas mesitas altas que soportaban unas matas de helecho y un juego de muebles de mimbre. La casa estaba pinatada de blanco y azul y el porche protegido por una baranda rematada por una ancha tabla que permitía que se apoyasen en ella vasos y tazas.
 A través de una amplia puerta penetramos a una aireada e iluminada sala por un gran ventanal ubicado al fondo y a la izquierda que permitía ver a lo lejos el pueblo de Macanao y más allá el mar. La sala estaba equipada con 3 mullidos sofás y unos butacones sobre una alfombra; el piso aunque de madera rústica estaba finamente acababa do y pulido al igual que en el resto de la casa. A la izquierda de la sala se encontraba un estudio con 3 escritorios y unas cómodas sillas alrededor de una mesa baja; al entrar al estudio y a la izquierda  había una biblioteca con libros de diversos autores y variados títulos. Al fondo había un enorme ventanal  por el cual se podía ver la zona de la parrillera y la cancha de bolas, más allá se veía parte de Macanao, la inmensidad del mar y a lo lejos la silueta de los cerros de tierra firme.
A la derecha del ventanal de la sala había una barra que separaba la sala de un área donde se ubicaba la cocina y servía para comer; al fondo de la cocina a través de una puerta se llegaba al patio bajando una escalera de 3 peldaños, aquí se estacionaban los vehículos. A la derecha de la sala había un baño y a la derecha de la cocina se llegaba por un pasillo a los 3 cuartos con sus respectivos baños, una de ellas la más grande dotada de una cama  matrimonial.
Recorrida la casa Antonio nos invitó a cenar a las 7 y se retiró con su señora a fin de que pudiéramos organizarnos.
Después de arreglar las cosas almorzamos unos sandwichs y luego de descansar nos dedicamos a conocer bien el lugar. A eso de las 6 y 45 p. m. nos encaminamos a la casa de Antonio, al llegar la verja estaba abierta por lo que penetramos y seguimos un camino de piedritas blancas que conducía a la casa, todos los bordes del camino estaba sembrado de unas matas muy pequeñas que se entremezclaban entre ellas produciendo unas flores rojas y las otras amarillas contrastando con un hermoso y bien cuidado césped que cubría todo el lugar; también había una profusión de árboles y arbustos frutales, ornamentales y maderables los que producían frescor y sombra, pudimos observar matas de tamarindo de la india, hicacos, mangos, samanes, guayacanes, etc., todo dentro de un área aproximada de 2 hectáreas. Más tarde nos contaría Antonio que todo esto era posible gracias a que cuando construyeron las casas hizo construir 4 enormes tanques, subterráneos, 2 recogían el agua de lluvia de la casa que yo ocupaba y 2 la de su casa y todos se comunicaban entre sí y a que lo ayudaban a regar y a cuidar las plantas 2 jóvenes de la zona (a quienes había recomendado Dorila, la del Tirano). Al llegar a la casa la puerta estaba abierta y nos esperaban nuestros amigos sentados en  un sofá de la sala. Luego de saludarnos y recorrer la casa, la cual era idéntica a la que nosotros ocupábamos excepto porque el estudio era más grande, una verdadera biblioteca y un cuarto, con su baño, a la derecha de la cocina y que servía de cuarto de servicio; salimos por la puerta de la cocina a un pequeño porche del cual salía un pequeño camino, elevado, que terminaba en una terraza con una parrillera y una mesa rodeada de cómodas butacas de madera, Antonio nos preparó un rico ponche francés, para el cual había preparado un ligero jarabe con vainilla, el cual se vertía en un vaso con hielo y se completaba con bacardí. A un lado de la terraza había una piscina rodeada de amplias aceras con sillas reclinables y cojines blancos; a mano derecha y bajando 3 peldaños llegábamos a un área techada y con piso de cemento rojo, con un baño y 2 mesas para jugar dómino. Al lado había un rectángulo de malla Alfajól de 18 mts por 12 mts que contenía una cancha de bolas y se accedía a ella por una puerta que permitía el paso de una camioneta para efectuar su limpieza. Si se retiraban las mesas quedaba una gran zona libre en la que se podía bailar.
Recorrido el lugar nos sentamos alrededor de la mesa a disfrutar de unas deliciosas ostras frescas, de los ricos ponches y de la conversación mientras escuchábamos galerones margariteños.
Llegada la hora de la cena Antonio y yo encendimos el fuego en la parrillera mientras las señoras traían 2 bandejas con lo que habíamos de cocinar; comenzamos asando las más variadas conchas guacucos, ostras de fondo, pata de cabra, mejillones, etc. luego siguieron mariscos y algunos filetes de diversos pescados y para finalizar asamos media langosta para cada uno; de postre habían trocitos de turrón de merey los cuales nos los comimos tomándonos unos rones de ponsigué. El tiempo pasó sin darnos cuenta y pronto fue la 1 a m hora que aprovechamos para agradecer tantas atenciones y despedirnos.
A la mañana siguiente muy temprano, no eran las 5, me levante sin hacer ruido y salí para encontrarme con una mañana muy fresca y una brisa fría que al contacto con mi cara, recién lavada, me producía escalofríos; iba con  mi cámara en mano tomando fotos. Cruce el patio cerré la verja de la calle y me encaminé hacia el final de la calle de la que huían algunos cangrejos al verme, pasé frente a la casa de Antonio y me llamó la atención ver, al lado de esta, una capillita y adjunta una casa colonial que fungía de casa cural; el terreno donde estaba ubicaba estaba finamente cuidado y existían en el gran protrusión de matas. Como la puerta estaba abierta y las luces encendidas me acerqué y al penetrar pude observar que oficiaban una misa y que iban a dar la comunión, aproveche de comulgar y al terminar la celebración quise saludar al padre pero no pude porque salió volado; el sacristán me explicó que él era párroco de Macanao y daba misa a las 6 y antes confesaba y eran las 5 y 20.
Al salir el frescor de la mañana estaba salpicado de cientos de trinos de los pájaros que venían a comerse las frutas de los árboles de casa de Antonio. Como todavía había poca luz me entretuve con el canto de los pájaros y su incesante ir y venir de mata en mata, había cucaracheros, paraulatas, sausalitos, canarios de tejado, cristo fue, arrendajos, turpiales, azulejos, en fin un sin número de pájaros que me deleitaban. Cuando estuvo más claro proseguí mi camino y en un santiamén estuve en una vía ancha que permitía girar los vehículos; al final y a la derecha se abría paso un camino entre matas de cactus, sus afiladas y lustrosas espinas me obligaban a mantenerme dentro del sendero.
Poco a poco el terreno se fue volviendo agreste y cubierto de unas lajas gris verduzcas que impedían el crecimiento de tunas y me permitía circular entre ellas y tomar las más variadas flores y frutos, había un cactus circular con unas flores hermosas, una mata de dividive cobijaba unas paraulatas, las matas de cují estaban casi acostados a causa del viento; por cierto cubriéndome con una mata de cují logré acercarme a una mata de cardón sobre la cual cantaba un cristo fue y logré plasmar en un espectacular contraluz.
Iba tomando fotos a cual más espectacular, volteé hacia el norte y llenó mi vista el océano, el cual se extendía hasta La Restinga en el oeste y si por el contrario veía hacia mi derecha, este, lo único que alcanzaba a ver era mar.
 Continué mi andar hacia el oeste, entonces, como mi padre mi padre me enseñó, a estar pendiente de todo lo que me rodeaba, levanté la vista y pude ver tres burros que, 5 colinas más allá y muy atentamente, con las orejas paradas, observaban todo lo que yo hacía; logré tomarles una grandiosa foto de contraluz, que todavía conservo. A estas alturas no sé por qué le dió a los burros por perseguirme, se encontraban a unos 800 metros y venían, en carrera, hacia mi con ostensibles signos de agresividad, traían las orejas gachas y lanzaban mordiscos al aire mientras movían la cabeza.
Rápidamente evalué mi situación al tiempo que guardaba la cámara en su maletín, al sur el cerro, al oeste los burros, al este la mata de dividive pero ni siquiera estaba a la vista, no había construcción alguna, ni un palo para defenderme; debía decidirme y casi sin pensarlo me lance en una desenfrenada carrera colina abajo hacia el mar que ocupaba todo el norte. A cada zancada que daba sentía como rodaban las lajas y casi me hacían caer, iba evitando tropezar los cactus, por sus espinas y cuando podía los saltaba. Ya podía oír muy cerca el ruido que producían los cascos al pisar las lajas y pronto estuve en la parte plana donde terminaba el cerro y comenzaba la playa, una zona de arena hasta el mar, la cual recorrí con un gran susto y sintiendo a cada instante que era alcanzado por los burros.
Sin detenerme en la carrera me introduje en el mar y hasta que el agua no me llegó a las rodillas no me detuve, entonces me volví y pude ver a los burros tirar mordiscos mientras se paraban sobre las patas traseras y tiraban coces con las patas delanteras observé un rato y al ver que no me seguían continué caminando por el mas con el agua hasta las rodillas y en dirección este; pronto llegue a un promontorio de piedra, que desde la playa se internaba unos 3.000 metros en el mar. Me subí a él y sentado en lo alto pude notar como las  olas bravías que venían del oeste se estrellaban violentamente en el mismo  formando así del otro lado una playa tranquila, aunque q mí siempre me han gustado las playas con olas, no podía dejar de admirar su belleza. Estuve un rato sentado y pasando el susto mientras observaba como las gaviotas casi detenían su vuelo, quedando estáticas en el aire para luego posarse suavemente al final del promontorio. Los cangrejitos corrían libremente y al alcanzarlos una ola se aferraban tan fuertemente a la roca que al retirarse el mar estaban en el mismo lugar, las olas al retirarse producían auténticas cascadas en miniatura. Sobre la roca en la parte que era bañada por el continuo ir y venir de las olas había infinidad de lapas de mar.
Una vez que hube descansado y que me cercioré que los burros habían abandonado el lugar baje del promontorio y al llegar a la playa casi me tropiezo con un guanaguanare  (ave) que solitario recorría la costa; ya en la playa me dirigí al cerro, atravesé el arenal que me separaba de este, el cual en esta zona se ensanchaba y alcanzaba unos 150 mts; comencé a subir en busca del sendero que antes había seguido y que me conduciría de vuelta. La vegetación era muy escasa debido a los fuertes provenientes de la zona marítima, unos pocos cujíes estaban casi acostados sobre la tierra por efecto del fuerte viento, había unos arbustos, leñosos y verdes también inclinados y desprovistos totalmente de hojas al cual no pude identificar; caminaba por un terreno muy árido, de una tierra roja y tomaba fotos de todo y de vez en cuando veía hacia donde había visto burros pero gracias a Dios no volvieron a aparecer. Seguí ascendiendo y e terreno cambió, había lajas lo que indicaba que había que tener mucho cuidado porque debajo de ellas suelen refugiarse del sol tarántulas, escolopendras, escorpiones, serpientes y otros bichos.
Me preocupaba el hecho de que Ane no supiese donde estaba y ya eran las 9 am, si hubiera sido la época actual, alguno de los 2 habría recurrido al celular pero en esos años ni soñaban en crearlos. Con estos pensamientos llegué al sendero que buscaba, por cierto a escasos 10 mts de la mata de dividive a la sombra de la cual observé la inmensidad del mar, el promontorio donde estuve sentado y el entorno en general.
No queriéndome dilatar mucho (estaba preocupado por Ane) proseguí mi camino, luego de guardar la cámara; llevaba un andar muy rápido y sin darme cuenta estaba frente a la capillita; después de haber estado bajo el abrazador sol, en esta calle uno si se sentía bien agradable caminando bajo la sombra de unas inmensas matas de samán. Cruce la verja de la casa y levanté la mirada para encontrarme con la de Ane y Antonio que, sentados en el porche me esperaban angustiados ya que iban a  ser las diez. Al llegar a ellos los saludé y Ane me preguntó que si iba a desayunar a lo que respondí que entonces me respondió ´´me parece muy bueno porque los invité a comerse  un sancocho, salcocho, de gallina que estoy haciendo´´.
Especialmente para los que no viven en Venezuela:
EL SANCOCHO DE GALLINA
       Es un plato muy común en mí país, se prepara  de gallina, de carne de res, de pescado o cruzado (mezclando 2 o más de los anteriores).
       Se pone a hervir agua en una olla grande, se sazonan y se ponen gallinas de acuerdo a la cantidad de comensales, se pelan echan también verduras de todo tipo, apio, ñame, yuca, ocumo, papa, etc. también se echan unas hojas de repollo y para finalizar unas hojas de culantro, no cilantro.
       Una vez blandos el  pollo y las verduras se ponen en sendas bandejas, el pollo deshuesado no desmechado y el cald0 aparte en una sopera. Se come así: Se ponen en un plato hondo, bastante grande, las verduras y se machacan revolviéndolas, luego se pone el repollo y por último el pollo, las hojas de culantro son sólo para dar sabor no para comer entones se vierte el caldo, bien caliente sobre todo esto y se empieza a comer, a medida que vas comiendo se acaba el caldo y le pones más y si no es el pollo o las verduras las que se que se acaban y te llevan a servirte más y así terminas comiéndote tres o cuatro platos. Debo advertir que este es un plato único y que esta explicación es a grandes rasgos ya que cada quien tiene su forma particular de sazonar la comida.
Los deje conversando y me fui a dar una ducha al salir nos tomamos unas cervezas bien frías sentados en la sala mientras les contaba mis experiencias con los burros y esperábamos a la esposa de Antonio. Llegada esta nos sentamos a comer, estaba muy rico y nos debimos haber comido cada uno cerca de 3 platos; como el calor era insoportable decidimos irnos al poche y sentarnos en las hamacas, como sólo había 3 Ane se sentó conmigo pero este calor no era normal, era un calor húmedo que no aplacaban los 4 ventiladores de techo funcionando a toda velocidad, nos acercamos a la barandilla se había detenido el viento, Ane nos trajo un café y mientras lo degustábamos pudimos ver como el cielo se encapotaba y se cubrió de tal cantidad de nubes negras que pronto tuvimos que encender la luz.
No tardaron caer las primeras gotas del aguacero que se avecinaba eran gruesas y frías y en su caída arrastran algunas flores de las matas y cuando golpeaban de lleno el arenoso suelo producían pequeñas nubes de polvo, como las que vemos en las películas de guerra, no tardaron en caer más seguidas las gotas de lluvia produciendo su sonido característico, el suelo que una vez estuvo reseco ahora saturado de agua llevaba la misma por chorreras hacia la cárcava la cual comenzaba a rugir, sobre la mar caían decenas de rayos que producían unos ensordecedores truenos, la visión que teníamos era espectacular y producía en nosotros tal grado de ensimismamiento que nos había dejado sin hablas.
Levemente, casi imperceptiblemente, comenzó a soplar una brisa que refrescaba el lugar, la brisa soplaba del oeste y no tardo en convertirse en un viento fuerte que fue empujando las nubes hacia mar adentro logrando que se colara el sol por los claros que dejaban las nubes. Nos sentamos a contemplar como el cielo se limpiaba de nubes y se mostraba de un color azul intenso volviéndose color plata cerca del sol, al retirarse las nubes negras unas, tímidas, nubes blancas fueron apareciendo junto con un radiante arco iris; mientras contemplábamos estas bellezas alguien propuso que ascendiéramos, a ver la puesta del sol, desde el cerro que estaba cruzando la calle y cuya elevación no sobrepasaba los 400 metros, todos estuvimos de acuerdo y mientras yo buscaba mis implementos de fotografía Antonio corrió a su casa a buscar los de él. Eran las 4 y 30 y cuando estuvimos todos partimos, no llevábamos prisa e íbamos muy alegres.
Atravesamos la calle donde había unos niños poniendo a navegar barcos de papel, por las chorreras que dejaba la lluvia y que iban a dar a la gran cárcava. Nos dirigimos al puente que cruzaba la cárcava, era impresionante ver el agua de lluvia que por allí corría y el estruendo que generaba. Desde allí vimos unos pollinos que emparamados pastaban; a través de un sendero atravesamos el angosto valle y sin darnos cuenta comenzamos el ascenso, el camino se encontraba bordeado de matas de tuna y otras matas propias de la vegetación xerófila, luciendo en algunas de sus espinas unas gotas de lluvia, las cuales hacían de lupa, mirando a través de ellas y proporcionándonos un tema fotográfico espectacular. Seguimos ascendiendo, la vegetación se hizo más rala y en un recodo había una hermosa mata de guayacán a cuyos pies nos sentamos a descansar. Desde allí podía ver el valle y me llamaba la atención su verdor, debía estar sobre un manto acuífero.
Ascendíamos y una brisa marina nos acariciaba el rostro, el suelo recién lavado por la lluvia despedía ese típico olor a tierra mojada que el viento se encargaba de llevar a nosotros. Íbamos por un camino serpenteante que trataba de alejarse de las matas de tuna, las cuales a medida que ascendíamos se iban haciendo más escasas.
Llevábamos una dirección sur y en un recodo hacia la izquierda nos encontramos una frondosa mata de guayacán a cuyo pie nos sentamos a descansar, desde allí podíamos ver a nuestros pies al pueblo de Macanao y al levantar la mirada, esta, se perdía en la inmensidad del mar. Continuamos ascendiendo con el mar a nuestra derecha mientras si veíamos a la izquierda nuestra visión era interrumpida por el cerro. Las matas de tuna habían desaparecido completamente y ya podíamos divisar la cumbre a escasos 200 mts.
Ya en la cima pudimos observar todo cuanto nos rodeaba; había una precaria construcción, de madera, de esas que llaman en nuestro llano ´´palo a pique´´, esto era un vulgar caney de piso de tierra, construido sobre 4 horcones, uno en cada esquina y unidos por travesaños que soportaban unas hojas, tejidas, de cocoteros y que fungían de techo. La pared que daba hacia el oeste estaba hecha con las mismas hojas de cocoteros; es de advertir que las hojas se encontraban muy bien amarradas.
La pared paraba las posibles lloviznas que pudiesen venir del oeste y el techo protegía del inclemente sol; entre la pared de hojas de cocotero y los travesaños habían 2 banderas que en eran usadas por el vigía (este era un pescador que, desde allí, oteaba el horizonte descubriendo los cardúmenes de peces para luego por señas, con las banderas, indicar a los pescadores que estaban en el mar hacia donde debían dirigir sus peñeros y echar sus redes para obtener una buena pesca. Estos vigías llegaban incluso a determinar qué tipo de peces contenían los cardúmenes, esto no lo conseguían sino unos pocos y a través de una experiencia acumulada por años), en el piso y protegidas del viento por una mampara de madera habían 3 topias sobre las cuales había una rejilla y que a juzgar por las cenizas debían servir de fogón, quizás para calentar un café o una arepa.
La visión nos dejaba maravillados, cada punto cardinal presentaba sus propias características; si mirábamos al norte veíamos un mar y un cielo que parecían unirse en el horizonte y que nos regalaban los más diversos tonos de azul, sabíamos cual era cual porque sobre el segundo habían unas hermosas nubes muy blancas y el otro presentaba unas continuas ondas que venían en dirección a la costa; hacia el oeste no se alcanzaba a ver la laguna de ´´La Restinga´´ porque interrumpían nuestra visión ´´Las Tetas de María Guevara´´, unas formaciones montañosas que eran llamadas así por su gran parecido a la anotomía femenina; era diferente el sur que nos hacía concentrar en una costa brumosa, perteneciente a tierra firme y donde estaba ubicado el Estado Sucre, nos separaba de la costa un ancho brazo de mar donde sabíamos que estaba ubicada la fosa de Cariaco con más de 10.000  metros de profundidad, este brazo de mar fue surcado por piratas y colonizadores en busca de las perlas de la isla de Cubagua, de la propia isla de Margarita, donde nos encontrábamos o simplemente siguiendo la costa hacia el este para llegar a las Salinas de Araya; por fin, si volteábamos la mirada hacia el este nos encontrábamos con un mar convertido en un espejo en donde se reflejaba un haz de luz, proveniente del sol y el cual hasta la playa. El horizonte parecía estar pintado con las más variadas tonalidades que tienen los colores naranja, azul, morado, rojo, etcétera; las nubes que otrora parecían copos de algodón, ahora se asemejaban a caramelos. El sol ya no encandilaba, por el contrario atraía nuestras miradas y nos mostraba una superficie entre anaranjada y rojiza; si fijábamos nuestra atención en las nubes negras de lluvia que huyendo de la isla fueron a dar a tierra firme, estas se presentaban de un color purpura intenso, casi negro y que contrastaban con los brillantes colores que veíamos.
 Había pasado largo rato, serían las 6 pm y nos sentamos al borde del barranco a deleitarnos con tal belleza; nuestras caras reflejaban los colores ocres del atardecer y a cada segundo que pasaba, el sol se acercaba a su ocaso. Estuvimos allí sentados hasta que se hicieron las 6 y 30 pm, ensimismados por la variedad de colores de tan hermosa puesta de sol. Vimos al sol ocultarse entre nubes doradas casi rojizas y zambullirse en un mar que más bien parecía un espejo, pudimos ver el lucero de tarde cuando nos parábamos para marcharnos.
Tomamos el sendero que descendía de la cumbre y a nuestra izquierda podíamos ir observando la puesta de sol la cual nos seguía regalando su belleza; descendíamos rápido y no eran las 7 pm cuando cruzábamos el puente, había una fresca brisa y unos lugareños disfrutaban de una partida de ‘’truco’’ en una desvencijada mesa de madera que algún vecino colocó bajo la mortecina luz de un farol. Saludamos a todos y trajimos unos taburetes de la casa para ver el juego, en eso estuvimos hasta pasadas las 10 pm y nos fuimos a acostar retumbándonos en nuestros oídos aquellas palabras ‘’truco’’, ‘’retruco’’…
A la mañana siguiente, a eso de las 9 y 30 am, nos encontramos para ir a casa de Rafael el cura párroco; llegamos a la capilla y por una puerta lateral entramos a un jardín hermosamente cuidado con un caminito de piedritas blancas sombreado por 2 inmensas matas de samán y bordeado por matas de limoncillo. Seguimos este sendero hasta la casa, esta una bella y construida al estilo colonial. Al llegar la puerta de acceso estaba abierta y nos colamos al interior tocando ligeramente y pronunciando el arrastrado y consabido ‘’bueeeenas’’.
Estábamos saliendo del zaguán y estábamos admirando el patio interno y los amplios corredores cuando se presento Mercedes, una de las 3 religiosas q colaboraban con Rafael, nos condujo al estudio a través de uno de los anchos corredores en el que había un tinajero y gran cantidad de helecho. Abrió una puerta y allí estaban detrás de un escritorio Rafael y 2 religiosas rodeados de cientos de papeles libros y un fichero en el centro del escritorio; después de las presentaciones y saludos de rigor Rafael nos explicó que todos los viernes se reunían los 4 y pasaban los actos religiosos de cada feligrés (bautizo, confirmación, etc.) a una ficha con su nombre de manera que si alguien necesitaba un dato sólo tenía que buscar su ficha y en ella encontraba los datos del libro donde estaba asentada la correspondiente partida, si se trataba de un bautizo se creaba una ficha nueva y al final de todas llevaba un record de los feligreses de su parroquia.
Esta era una labor titánica y encomiable más si se tiene en cuenta que para la época no se contaba con los avances de la tecnología (computadores).  Salimos  del estudio y nos sentamos en unas sillas de mimbre, muy cómodas, en uno de los corredores y donde no daba el sol; conversando de generalidades nos enteramos que Rafael había fundado un preescolar que dirigían las hermanas, un pequeño colegio dirigido por un laico comprometido e igualmente nos contó que ese año comenzaría a funcionar, en dos casitas contiguas, un modesto liceo. En este momento se presento Mercedes con una jarra de delicioso jugo de parchita. Entre los sueños de Rafael estaba poder construir un pequeño dispensario que tuviese 2 camas de maternidad; concluido el discurso de Rafael, Antonio aprovecho para invitarlo esa tarde a jugar unas partidas de bolas y a cenar, la invitación era extensiva a nosotros y el motivo era que esa mañana, muy temprano, los habían llamado Javier y Francisca (amigos de Porlamar – ciudad de Margarita) para decirles que venían a pasarse el fin de semana y que llegarían a las 3 pm, Rafael aceptó en seguida porque además de gustarle mucho jugar bolas y ser un gran un gran jugador, era amigo personal de ellos, les gustaría verlos. Así convinimos en encontrarnos a las 5 pm en casa de Antonio y despidiéndonos efusivamente nos retiramos se acercaba la hora de almorzar y cada quien se fue a su casa.
A las 5 pm todos llegamos a casa de Antonio nos presentamos; Francisca y Javier eran la de simpáticos, excelentes fotógrafos y habían hecho de la fotografía su profesión y tenían una afamada tienda de revelado.
De inmediato nos fuimos a la cancha de bolas donde Antonio había preparado una cava con abundante hielo y unas cervezas, comenzamos a jugar y no nos dimos cuenta que se habían hecho las 7 y 30 entonces todos nos fuimos a sentar a la terraza y estuvimos conversando largo rato llegada la hora las señoras se fueron a la cocina, momento que aprovecho Antonio para servir un helado vino blanco, comenzó a soplar una fresca brisa que hacía más agradable el ambiente; llegaron las 3 señoras portando 2 grandes pyrex con un aromático pastel de chucho, especie de raya, que se veía espectacular y más tarde pudimos comprobar que sabía a gloria y fueron puestos en la parrillera (en donde se habían prendido unos, pocos, carbones para mantener caliente la comida). La otra señora llegó cargando un enorme, negro y humeante pan en una bandeja junto con una gran taza de mantequilla; sentados a la mesa comíamos de aquel pan al cual al ponerle la mantequilla esta se derretía y al llevárnoslo a la boca percibíamos un delicado sabor a cebolla muy agradable.
Nos  servimos una abundante ración de pastel de chucho, exquisitamente preparado y estuvimos conversando hasta las 11 pm. Hora en que nos retiramos ya que Antonio nos había invitado a Rafael y a nosotros a la playa y había que descansar; Al llegar a la casa estaba tan fresca la noche que decidimos acostarnos en las hamacas del porche, mientras una hermosa luna llena iluminaba todo lo que nos rodeaba, estuvimos largo rato observando aquel círculo plateado, que reflejaba la luz del sol e invitaba al amor; debo confesarles que tuvimos que hacer un esfuerzo para acostarnos y no seguir viendo tanta hermosura.
A la mañana siguiente, sábado - 8 am, estábamos todos en casa de Antonio cargando la camioneta con todos los implementos que podíamos necesitar: vasos, cava, mesa, sillas, parasol, etc. Cuando estuvimos listos partimos rumbo a Macanao donde debíamos aprovisionarnos de refrescos, hielo y cervezas. Muy contento nos dirigimos hacia el norte donde había un gran promontorio, con muchas rocas a su alrededor y el cual paraba las corrientes que venían del oeste; no seguíamos camino alguno ya que no existía. Faltando unos 500 mts para llegar al promontorio Antonio se detuvo para ponerle los acopladores a ambas camionetas; ya con la doble puesta viramos hacia el este franco adentrándonos en un gran medanal que nos separaba del mar y amenazaba a cada instante con dejarnos pegados; íbamos  rumbo a la costa y en dirección a un cocotal el cual dejaba ver unas matas de hicacos entre este y la playa.
Llegamos al cocotal y estacionamos las camionetas al lado de las matas de hicacos y cerca de un sendero que se abría paso entre los hicacos a la vez que, suavemente, salvaba un desnivel de unos 3 mts. Bajamos todas las cosas de las camionetas; el día estaba particularmente hermoso el cielo no presentaba ni el menor rastro de la existencia de alguna nube.
Todos ayudamos a llevar los peroles y desde el sendero pudimos observar que la arena de la playa era blanca, que la distancia hasta el mar era de 180 mts aproximadamente, hacia el norte la playa estaba interrumpida por el promontorio mencionado anteriormente, hacia el sur unas pequeñas dunas que llegaban al mar y se extendían hasta cerca de la ciudad de Macanao; si bajábamos un poco la mirada esta se recreaba con un bosquecillo formado de matas de uva playa y almendrones y al centro de este un precario ranchito.
Terminamos de bajar y colocamos todo bajo una frondosa mata de almendrón, hecho esto nos dirigimos a saludar a Francisca y a Jacinto, dueños del ranchito a quienes conseguimos bebiendo café sentados en unas hamacas en un tinglado que hacía de porche con piso de arena y techo de palma; apenas nos vieron se levantaron y vinieron a nuestro encuentro, conocían a Antonio quien hizo las presentaciones y nos sentamos en un tablón que fungía de mesa y que en algún momento debió estar pintado de un color azul pálido ya que en algunos lugares quedaban vestigios de la pintura. Mientras nos tomábamos un café Jacinto vació sobre el enorme tabón el contenido de 2 sacos de yute para mostrarnos 12 langostas vivas que le acababan de traer al tiempo que nos decía que eso sería el almuerzo, luego de ponernos de acuerdo en el precio apartamos 7 y le pedimos a Francisca que nos las tuviera listas para las 12y 30, esta se acercó con un azafate cubierto con un paño que escondía de las moscas unas deliciosas conservas de coco hechas con papelón, sin esperar le compramos unas 20.
Nos retiramos y pasamos toda la mañana tirados en la arena, zambulléndonos en las frescas aguas, jugando pelota, caminando por la playa, o simplemente admirando la belleza que nos rodeaba. Así pasamos la mañana y a eso de las 11 y 30 nos reunimos en el sitio donde habíamos instalado la mesa y el resto de los peroles nos tomamos unos cocos frescos que recién había bajado, un musculoso muchacho y de tez morena, de los múltiples cocoteros que descollaban por sobre el bosque de almendrones. Después que nos hubimos bebido el agua de coco y comido su carne (para hacer esto hay que abrirlo en dos, con un machete).
Nos encaminamos al Rancho de Francisca, así lo llamaban, esta al vernos llegar nos invitó a sentarnos en el mesón, se acercó a Jacinto para ver cómo iba el asado de las langostas, se metió en el rancho y al minuto regreso con 2 escudillas de peltre, desconchadas y rebosantes de tripa de perla (especie de ostra) guisada y unos trozos de casabe (esto es muy común en mi país y se hace con la harina de yuca la cual se va extendiendo sobre un budare puesto sobre un fogón de leña y se le va dando forma de tortilla  cuando se cocina de un lado se voltea y se cocina del otro esas tortas de casabe como realmente las llaman, miden más de un metro de diámetro y son extremadamente delgadas), puso las escudillas sobre el mesón y se fue de nuevo sólo para aparecerse con 7 cervezas bien frías que puso sobre la mesa y nos manifestó que esto era un aperitivo mientras terminaban de estar las langostas.

Las tripas de perla estaban deliciosas y no tardó en aparecer Jacinto con las 7 primeras mitades de las langostas y Francisca traía una pila de platos y un puñado de cubiertos, los caparazones estaban rojos y contrastaban con la carne blanca y apenas llegó Jacinto el ambiente se impregnó de un aroma único que invitaba a comer; así comenzamos y Francisca fue colocando en los platos, las langostas y pasándonoslos; mientras en un clavito en uno de los horcones que soportaban el tinglado donde estaban las hamacas colgaba un desvencijado radio y se oía, claramente, la canción ‘’linda’’ interpreta por el inconfundible Daniel Santos (el inquieto anacobero). Aquello estaba espectacular y no tardaron las señoras, a Francisca, sus secretos para cocinar tal ricura. Esta no tuvo empacho en contestar que sus secretos eran dos:
1.    Se hacía traer de mar adentro, con un pescador, una pimpina llena con agua de mar y con ella sancochaba las langostas sin echarle sal ni ningún otro aditamento; las dejaba reposar un rato y con un serrucho que tenía para ello las picaba a la mitad, les untaba mantequilla por el lado de la carne y se las pasaba a Jacinto; y
2.    Este mientras se sancochaban las langostas ponía entre 4 topias de piedra unos leños para que se fuesen haciendo carbón, ocurrido esto ponía sobre las topias una parrilla y sobre esta se colocaban las langostas con el caparazón hacia las brazas y cuando este se ponía rojo le daban vuelta solo el tiempo necesario para que se marcasen en la carne las barras de la parrilla. Se debían poner poco tiempo a las brazas, las langostas, para que quedasen jugosas.
Aunque Francisca trajo una salsa hecha a base de mayonesa, miel y mostaza aquello estaba rico solo y provocaba seguir comiendo. Al final le dimos buena cuenta de las conservas de coco que habían quedado de por la mañana. Para terminar Jacinto sacó una garrafa de ron de poncigué y con la excusa de que era digestivo debimos habernos tomado 3 copitas cada uno; Jacinto nos explicó que seguía una receta de una señora carupanera: ponía en una garrafa de vidrio un puñado de poncigués y otro de azúcar y la colocaba en donde le diera el sol del día y el sereno de la noche, girándola día por medio y dejándola en su sitio aunque lloviese. Al cabo de 1ó 2 meses se le echaba el ron se mezclaba y se dejaba reposar por 6 meses, pero quién espera.
Al finalizar regresamos a nuestro sitio donde las señoras se tendieron sobre la arena a descansar, mientras los hombres  nos sentábamos a jugar dominó. Así pasamos la tarde y a eso de las 4 y 30 recogimos todo y nos encaminamos al mar para despedirnos de tan hermoso lugar dándonos un chapuzón, la tarde se había tornado fresca aunque conservaba la calidez del trópico, las nubes en el cielo comenzaba a mostrar las primeras pinceladas de color ocre lo que hacía pensar que tendríamos una espectacular puesta de sol. Muy a nuestro pesar nos salimos del agua, esta estaba templada e invitaba a quedarse sumergido en ella, pero yo viajaba a Caracas al día siguiente y debía descansar. Fuimos a despedirnos de Francisca y Jacinto a quienes encontramos sentados y conversando en las hamacas mientras sorbían por unos pillos el agua fresca de los cocos; apenas nos vieron llegar Jacinto se levantó machete en mano y fue picando uno a uno tantos cocos como éramos nosotros y nos los fue pasando, ya cada uno con un coco nos sentamos donde fuimos encontrando así, uno se sentó a horcajas sobre una destartalada silla sin respaldar otros en unos viejos taburetes que al igual que el mesón alguna vez estuvieron pintados y los demás nos sentamos sobre un gran tronco, acostado contra la pared lo que permitía recostar la espalda.
Sólo cuando estuvimos sentados pudimos escuchar a un locutor anunciar por ti viejo radio… ‘’ahora con ustedes el gran Barbarito Diez interpretando – Palmeras –‘’, sentados escuchando tan hermosa canción, bebiendo aquella agua de coco, disfrutando del ambiente y de tan agradable compañía observábamos como la tarde llegaba al ocaso y el sol en su carrera por ocultarse iba pintando cielo y nubes de hermosos colores. Al rato decidimos partir, nos despedimos agradeciendo sus atenciones, recogimos todas nuestras cosas y nos preocupamos de no dejar nada de basura; con todas nuestras pertenencias subimos al sitio donde habíamos dejado los vehículos metimos las cosas en ellos y partimos, la tarde presentaba unos colores más cálidos no ya tan brillantes, los rostros reflejaban un tinte dorado tirando a marrón, este color también lo tomaban las arenas por las que transitábamos mientras el cielo poco a poco se iba opacando.
Comentamos lo simpáticos que eran Francisca y Jacinto y el hecho de que con ese tipo de gente se establecía más, una relación de cordial amistad que una comercial. En un santiamén estuvimos en las casas, bajamos todo y Rafael antes de despedirse y sabiendo que yo debía viajar temprano nos invitó a una misa que celebraba los sábados a las 7; nos dio tiempo de bañarnos y a la hora convenida estábamos entrando a misa, en esta época todavía las mujeres usaban velo pero como esta era una comunidad muy pobre casi todas usaban un pañuelito blanco sobre la cabeza prendido con unos ganchos de pelo.
  Parado frente a la Iglesia pude notar que se trataba de una construcción, de paredes muy anchas lo que hacía muy fresco su interior. A diferencia de las personas que asistían a  la Iglesia ubicada en Porlamar (ciudad más importante, comercialmente, de la isla aunque no  es la capital del Estado Nueva Esparta), aunque en ambos era de una pulcritud extrema, el aroma que se percibía era el   despedido por unos cuerpos, desprovistos casi totalmente de perfume recios y curtidos por el trabajo  y el abrazador sol.
Caminamos lentamente por el centro de la nave flanqueados por 2 hileras de bancos a cada lado y en los cuales ya se encontraban sentadas unas personas; algunas muchachas, las más pizperetas. Llevaban prendida al cabello una flor de cayena que quizás tomaron de las múltiples matas que había en la plaza.
Nos aproximamos a una banca adosada a una de las paredes y en la cual se encontraba un atril que soportaba una hermosa imagen de La Virgen del Valle; a la derecha de la imagen había un gran vitral cuya parte superior pivotaba y permitía la salida del aire caliente, empujado por una ligera y fresca brisa marina que de forma, constante, se colaba por la puerta principal produciendo en la estancia un ambiente muy acogedor.
Dio comienzo a la celebración de la Santa Misa con in gran recogimiento. Quien haya asistido a una Misa en un pueblo recordará lo frecuente que es ver a un can al recinto sagrado y esta no iba a ser la excepción; así que un perro famélico y marrón desteñido avanzó, cabizbajo, por la nave en busca de sus dueños y al encontrarlos  se echó bajo la banca haciéndose un ovillo. La Misa trascurrió sin ningún inconveniente y al finalizar la misma nos acercamos a despedirnos de Rafael, las hermanas y agradecerles tantas atenciones.
Contentos y recordando momentos vividos durante el día nos fuimos directamente a la casa pues debíamos hacer las maletas pues partíamos muy temprano al día siguiente.
De inmediato comenzamos nuestra tarea, pero mientras lo hacíamos no dejábamos de tratar una excusa que nos permitiera alargar más la estadía, pero a fin de cuentas pudo más el deber y el lunes debía trabajar.
Como era poco lo que teníamos que recoger pronto terminamos y después de darnos un buen baño de agua caliente nos reunimos en la cocina pararnos unos sandwichs de pan negro con queso holandés y una taza de humeante y espumosa taza de chocolate. Decidimos sentarnos a comer en el porche ya que la noche estaba fresca; soplaba  una leve brisa con aromas marinos y que debía proceder del océano. Sentados en una mesita disfrutábamos de la comida mientras contemplábamos las estrellas y la brisa se llevaba a los molestos mosquitos. Al terminar de comer nos servimos una segunda taza de chocolate que tomamos recostados de la baranda del porche.
Allí y a sabiendas que no corríamos ninguna clase de peligro pasamos la noche en las hamacas  arrullados, únicamente, por los ruidos propios de la noche. A las 5 am ya estábamos levantado, habíamos cargado el carro, nos habíamos bañado y estábamos tomándonos un café cuando llegaron nuestros amigos, acto seguido Antonio nos hizo saber que ellos irían a pasar el día a la Playa La Restinga y aunque no había carreteras por el lado note de la Isla querían que yo los acompañara hasta la zona de las salinas de La Restinga, con lo cual me debía ahorrar cerca de 1 hora de carretera. Como era de esperarse accedí máxime cuando conocía perfectamente bien el inmenso istmo con sus múltiples salinas ya que cuando era novio de Ane nos gustaba mucho ir a La Restinga, por las salinas, para colearnos con el carro.
 Este gran istmo une a  las 2 porciones de tierra [oriental y occidental] que conforman la Isla y que casi se encuentran divididas por La Laguna de La Restinga.
Sin más preámbulos nos introdujimos en los vehículos y partimos hacia el norte siguiendo la carreterita que nos había llevado a la playa el día anterior, pero como yo ahora manejaba, se me antojaba muy bonita: era una carretera de arena dura, en los carriles por donde circulaban las llantas y hacia los lados y al centro crecía esa gramínea que gusta tanto a los cangrejos y que no logro acordarme como se llama.
A mitad de camino Antonio se apartó de la carretera y subió una pequeña y agreste colina seguido por nosotros, a partir de ahora transitaríamos a campo traviesa, sin seguir ningún camino carretero ni senda o pica alguna. Continuamos y debimos bajar la colina, únicamente para ascender a otra, desde aquí descendimos hasta el borde del litoral; para llegar a la orilla del mar debíamos atravesar una zona de arena suelta la cual alcanzamos sin ningún inconveniente.
Una vez en ella poco a poco los vehículos fueron desarrollando velocidad y el viento que se colaba por las ventanillas azotaba nuestro rostro, es de advertir que para la época no se había popularizado el aire acondicionado para los carros y casi ningún vehículo lo traía. Era rápido el andar sobre aquella superficie dura y pronto pasamos por el sitio donde me hicieran correr los burros. Aunque clareaba a pasos agigantados llevábamos encendidas las luces y podíamos ver como cientos de cangrejitos y otros animalitos huían a nuestro paso, a nuestra derecha y sobre un cielo no muy claro se recortaban ‘’Las Tetas de María Guevara’’; seguimos nuestro andar y la claridad se fue adueñando del ambiente, aunque todavía no había saldo el sol, apagamos las luces y Antonio se desvió a la derecha, dejando en la playa a un errante guanaguanare. Nos trepamos en una pequeña colina y sorteando matas de cactus, cují, cardones y otras llegamos al pie de una mata de flamboyán que exhibía una enorme profusión de flores; Antonio se bajo y nos invitó a que lo siguiéramos con nuestras cámaras a la parte alta de un cerro que le paraba la brisa a la mata de flamboyán, lo seguimos rápidamente pues estaba saliendo el sol y no queríamos perdernos tomas de este hecho.
Escalamos rápidamente la cuesta para quedar sorprendidos con lo que vimos el sol salía por allá por el oeste deshaciendo las nieblas mañaneras y presagiando un claro y hermoso día; girando hacia el norte sentíamos como el Mar Caribe llenaba todo nuestro ser y podíamos ver como cientos de aves marinas agrupadas en bandadas, se dirigían a sus sitios de pesca, provenientes de sus sitios de descanso en los alrededores de ‘’Las Tetas de María Guevara’’ y las cuales se encontraban a mi espalda [sur] de donde me hallaba. Mirando al este por donde habíamos llegado observábamos una franja de tierra muy agreste que constituían las laderas de las montañas y morían en el litoral por donde acabábamos de transitar. Finalmente mirando hacia el oeste veíamos en toda su plenitud el istmo que habríamos de recorrer y a lo lejos, hacia el suroeste, en el horizonte y entre brumas podíamos ver la silueta de la costa de tierra firme.
Por más que tomamos fotografías resultaba casi imposible plasmar tanta belleza. Bajamos hasta el cobijo de la mata de flamboyán y cuando estuvimos todos juntos, Antonio, abrió la compuerta de la camioneta y colocó en ella una caja de la que fue sacando jamón serrano, copa, salami, pastrami, salchichón, queso ahumado, de pimentón, de ajo, emmenthal, gouda, croissants, pan blanco y negro, mantequilla holandesa, mostaza dulce, una crema de finas, en fin habían tantas cosas que no sabíamos por dónde empezar, además sacó de la cava 2 grandes envases de jugo de naranja natural. Bromeando y riendo fuimos comiendo y repasando las rutas que habríamos de seguir, las cuales se nos presentaban con el paisaje. Era temprano, apenas pasadas las 6 am y el ferry partía a las 8 y 30 por lo que teníamos tiempo para abordarlo; mientras comíamos pudimos deleitarnos con el canto de las aves, paraulatas, cristo fue y otros, hasta una bandada de pericos ‘’cara sucia’’ surcó el cielo por encima de nosotros llenando el ambiente con sus graznidos. Cuando no pudimos comer más recogimos la basura y Antonio metió lo que había quedado en la caja para que me la llevara, aduciendo que yo iba de viaje y la necesitaba; a mi negativa se vio obligado a mostrarme una caja idéntica que había preparado para ellos, solo así la acepte y todos nos despedimos con grandes muestras de cariño, prometiendo volver a encontrarnos.
Bajamos lentamente la cuesta y cuando llegamos a lo plano nos deseamos buen viaje y cada quien tomo su rumbo: ellos hacia el noroeste, por la orilla de la playa vía La Restinga y nosotros hacia Boca del Pozo a través de las salinas. El terreno era firme pero a la vez  muy suave para la conducción lo que la hacía sumamente placentera y como no existía riesgo de colisión con otros vehículos o infraestructuras, pues no las había, pronto estábamos desarrollando una velocidad de crucero de aproximadamente 130 km/h íbamos sorteando las salinas sin ningún inconveniente, lo que nos producía cierta tristeza, porque cada vez que tomábamos esa vía nos encantaba introducirnos en una salina y sentir la emoción que se sentía al colearse y la adrenalina que se generaba en mi, que era el chofer, al sentir que los vehículos estaban a punto de pegarse. Ninguna inconveniente se había presentado y nos detuvimos a ver los cientos flamencos que poblaban el centro de una salina y que con su caminar pausado parecían ejecutar una danza al tiempo que emitían un sonido fuerte y ronco que al ser emitido por muchos llegaba hasta nosotros ¿ estarían tarareando una canción ¿ fuimos dejando atrás la planicie y con ellas las salinas y comenzamos a remontar una pequeña cuesta y que auguraba que pronto estaríamos sobre la carretera, de asfalto, que de Macanao conduce a Porlamar; así fue y la tomamos en dirección este hacia la población de ‘’Punta de Piedra’’, donde debíamos abordar el ferry.
Pasamos por Boca del Pozo, comunidad de gente muy humilde y que habitaba frente al mar y al lado de la desembocadura de la laguna de La Restinga; atravesando el puente construido sobre dicha desembocadura y con la suficiente elevación para que pudiesen transitar por debajo los barcos de pesca, nos detuvimos a ver el colorido despliegue de embarcaciones que, alineadas una al lado de la otra llamaron nuestra atención; había peñeros con un toldito o sin él, faluchos, tres puños y 2 balandras, unos eran azules otros rojos, los había anaranjados, verdes, de dos o tres colores. En fin aquello nos hizo soñar con algún puerto pirata que nosotros oteábamos desde lo alto de un mástil. Al pasar el puente a la derecha estaba el museo marino de la universidad y a  la izquierda el embarcadero donde se tomaban los peñeros para recorrer la laguna; proseguimos pues no deseábamos perder el ferri y a las 7 y 45 am llegábamos a la población de Punta de Piedra en donde ya había una pequeña fila de carros esperando a que los chequearan para poder acceder a la zona del mulle, era tempano todavía y la revisión no comenzaba aún.
El puerto libre estaba en pañales y la actividad más lucrativa seguía siendo el contrabando.
Llegaron como 5 guardias y ‘’en menos que espabila un cura loco’’ ya habíamos sido revisados, por la forma como lo hacían dejaban en claro que buscaban algún contrabando. Nos permitieron acceder a la zona del muelle donde alineamos los carros bajo un sol que ya comenzaba a hacerse inclemente y en espera del ferry que se a  perfilaba en el horizonte; tomé mis implementos de fotos cerramos bien y nos dirigimos a lo que parecía un mercadito como en efecto lo era, pero la sanidad brillaba por su ausencia: unas señoras gordas y grasientas, a quienes les corrían chorros de sudor por la cara los cuales se secaban con los dedos de las manos, freían en un aceite que se percibía rancio unas empanadas que movían con un alambre y cuando estaban listas eran puestas en un platón que se encontraba sobre una mesa cubierta con un mantel plástico verde el cual mostraba restos de donde habían amasado la masa y otra señora sentada a horcajas sobre una desvencijada silleta trataba de espantar, con un espantador hecho con unas tiras de papel periódico  amarradas a una varita de madera, las moscas que se acercaban.
Mientras esto ocurría tres famélicos perros deambulaban entre las mesitas comiéndose las sobras que se le caían a los comensales. Al lado del kiosco de empanadas había uno que despachaba cualquier producto de cerdo, allí el olor era nauseabundo y las moscas insoportables. Al  otro lado del  kiosco de las empanas un señor, en un tarantín, trataba de vender su ropa de pacotilla. Toda el área estaba cubierta por láminas de zinc, por cierto que varias de ellas estaban sueltas y producían un ruido infernal al ser abatidas por el viento; la precaria estructura descansaba sobre unos tubos que alguna vez estuvieron pintados.
Nos salimos de allí y caminamos por el muelle y nos acercamos a un grupo de personas que inclinadas sobre la baranda del muelle veían hacia abajo; pensé que se trataría de algún problema pero al acercarnos pudimos ver a 3 muchachos que desde una lanchita se arrojaban al mar a recoger las monedas que les arrojaban las personas desde el muelle. Cautivados por esta escena y por el color  del agua del mar [azul cristalino] que invitaba a zambullirse, permanecimos un rato observando y cuando por fin nos retiramos y pudimos ver las maniobras que realizaba el ferry para atracar.
Todos fuimos hacia los vehículos pues pronto embarcaríamos, los más desesperados encendieron aquellos, sin pensar que primero había que desembarcar a las gandolas, camiones, autobuses y vehículos los cuales pasaron a nuestro lado; hasta que no salió el último no comenzamos a avanzar, lo hicimos lentamente mientras unos señores nos daban las indicaciones para ir colocando los vehículos más pesados al medio y los más livianos a los lados, los carros eran colocados muy juntos dejando entre ellos el paso para una persona de medio lado.
A nosotros nos tocó colocar el vehículo en la hilera más extrema de la izquierda al lado de un pasillo descubierto por el que transitaban las personas; y lo separaba del mar una simple baranda de barrotes de hierro; esto nos permitía viajar sentado en el carro.
Los más jóvenes deben saber: que para la fecha no recuerdo que ya existiese el ferry Margarita – Pto. La Cruz, que lo que llamábamos ferry era una vulgar chalana de río de fondo plano, que no tenía ningún techo para guarecerse del inclemente sol y que la travesía duraba 4½ horas aproximadamente.
Partimos ilusionados en aquella cáscara plana rumbo a Cumaná, la primera media hora transcurrió en calma absolutamente ya que el ferry seguía la línea de la costa hacia el oeste y como estábamos al sur de la Isla y esta paraba las olas que la mar traía.
Estos momentos eran aprovechados por las personas para bajar a un cuarto de 10 x 8 que fungía de restaurante, este era un local oscuro y nauseabundo de paredes oscuras y un baño de mujeres y otro de hombres y cuya única ventilación era la puerta de acceso, así que es muy fácil imaginarse los vapores que escapaban por sus puertas hacia el local y como este debía permanecer cerrado para que no se escapase el poco aire acondicionado creo que coincidirán conmigo en que este era un local maloliente y nauseabundo. Aunque no lo crean allí había muchas mesas atestadas de gentes, lo que contribuía a enrarecer más el ambiente; en la pared contraria a los baños había una barra desde la que despachaban sandwichs,  chucherías, algo de comida y refrescos; pero todo se había agotado al llevar una hora de travesía.
Sabiendo esto nos habíamos apertrechado suficientemente de agua y refrescos, sentados en el vehículo observaba el mar, este era azul oscuro lo que denotaba que navegábamos por aguas profundas; a la sazón habíamos abandonado la protección de la Isla y nos encontrábamos flotando sobre las olas oceánicas que había a nuestro alrededor. Esta chalana de fondo plano no podía decirse que surcaba los mares porque no tenía quilla, era más bien como un enorme corcho con motor. Navegábamos a favor de la corriente y cada vez que llegaba una ola por la popa sentíamos un impulso que iba disminuyendo cuando la veíamos seguir su camino rumbo a tierra firme, Laso las no eran de gran tamaño pero impedían nuestra visión.
Escribiendo esto caí en cuenta de lo temerarios que éramos todos los que usábamos este medio de transporte; no había lanchas ni chalecos salvavidas de ocurrir una desgracia ¿cuántos aguantaríamos flotando en espera de que fuésemos rescatados?
Me sacó de mis pensamientos un grito agudo de una señora llamando a su hijo, de dos años y que se asomaba, peligrosamente, por la baranda que daba al mar, inmediatamente me incorporé y sujeté al muchacho la madre venía en carrera toda sudorosa y angustiada y con un bebé en brazos; los invité a acercarse al carro donde les serví 2 vasos de colita, como se los tomaron no se podía negar la inmensa sed que debían tener. Nos sentamos en un murito, al lado del carro y no habían pasado 20 minutos cuando el mayor de los hermanos se quedó dormido en los brazos de Ane (mi esposa), la señora nos contó que su marido la esperaba en Cumaná y que ella había venido a pasar unos días con sus tíos mientras su esposo trabajaba, pero que su hijo nunca había estado tan tremendo como hoy.
Deje a Ane con la señora y me acerqué a la baranda (babor) porque ya comenzaba a verse las ruinas del Castillo de Araya y quería tomarles fotos, pasamos lentamente y viramos a la izquierda para bordear la  Península de Araya y donde se encuentran las salinas del mismo nombre y donde murieron tantos esclavos. Al frente a lo lejos teníamos la ciudad de Cumaná y navegábamos por las tranquilas aguas del Golfo de Santa Fe (dentro de este golfo existen bellas y paradisíacas playas e islas) rumbo a Cumaná (fin de la travesía).
Al desembarca conocimos al esposo de la señora y nos despedimos pues nos esperaba un largo viaje; atravesamos Cumaná y sobre el puente sobre el Río Manzanares nos detuvimos para ver a la muchachada bañándose en la parte de atrás de sus casas al tiempo que por el Río circulaba una barca con su carga de sabor, llevaba cambures seguramente al mercado. Todavía para esta fecha el Río estaba limpio y uno se podía bañar.
Habíamos ganado casi media hora en el viaje pues veníamos a favor de la corriente y el cielo se estaba encapotando sin amenazar lluvia; seguimos camino y cuando la carretera había tomado altura y se visualizaba en toda su extensión La Bahía de Mochima, nos detuvimos a comprar ‘’naiboa’’ (esta es una torta de casabe a la que se le echa en abundancia melado de papelón y queso blanco rayado y se cubre con otra torta de casabe) y nos sentamos sobre una piedra a comérnosla mientras disfrutábamos del paisaje. Seguimos y pronto estábamos en Pto. La Cruz, un populoso barrio pero más nada y estaba totalmente separado de Barcelona; al pasar por Píritu había una gran estación de servicio donde debía echarse gasolina, agua al radiar (había que estar echándole) y revisar el aceite y la presión de los neumáticos; todo esto porque hasta el Guapo no se conseguía una estación de gasolina y muchas veces uno llegaba con el olorcito del tanque.
Equipados partimos y al pasar por Clarines compramos un par de quesos de mano para llevar para Caracas; cada vez estaba más nublado y ahora no estaba seguro que no fuese a llover. Ane para mitigar el tedio de la carretera y a la vez el hambre preparó unos sandwichs y sacó de la cava unos refrescos. Al pasar por el Guapo reabastecimos de gasolina y continuamos.
A la llegada a Caucagua debíamos tomar la serpenteante y fastidiosa carretera que de allí nos debía conducir a Guatire esta ciudad estaba separada de Guarenas y unida a esta por una sencilla vía que bordeaba a una finca.
Una vez llegado a Guarenas muchos pensaran que de allí a Caracas es un paso, eso es cierto pero sólo años más tarde cuando hiciesen la autopista, por lo pronto nos quedaban unos 45 minutos de viaje; eran casi las 7 el cielo se había despejado mostrando unas estrellas que comenzaban a brillar. A las 7 y 30 pm pasamos por La Urbanización Miranda y llegamos a Caracas. Rumbo a la casa pensé que había sido una bendición que nos tocase todo el día encapotado porque así no sufrimos los rigores que significa manejar con el sol de frente. A las 8 y 30 habíamos llamado a nuestros padres y a Margarita para participar que habíamos llegado bien; nos habíamos dado un baño y estábamos dando buena cuenta de la caja de Antonio y los quesos de mano.
Como decía mi mamá ‘’este cuento se acabó, pasó por un zapatito roto y mañana les contaremos otro’’.

Rosalio (Roly) Castillo Brandt
Desde febrero del 2012, hasta el jueves, 20 de diciembre de 2012.






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